Por el equipo de GPyF:
En el libro “El cuerpo lleva la cuenta. Cerebro, cuerpo y mente en la superación del trauma”, Van der Kolk nos acerca a la complejidad del trauma (cómo funciona nuestro cerebro bajo el trauma, el trauma en la infancia y cuáles son las secuelas) y sirve como guía para ir más allá, aunando multitud de enfoques para la recuperación.
Recuperamos este fragmento del libro para profundizar en la auto-conciencia y la relación entre las sensaciones físicas y las emociones:
“El núcleo de nuestra auto-concienciación reside en las sensaciones físicas que transmiten los estados internos del cuerpo (…). Todas las emociones sentidas son complejas variaciones musicales de nuestros sentimientos primordiales. Nuestro mundo sensorial toma forma incluso antes de que nazcamos. En el útero, sentimos el líquido amniótico contra nuestra piel, escuchamos los sonidos amortiguados del flujo sanguíneo y del tracto digestivo en funcionamiento, nos adaptamos a los movimientos de nuestra madre. Después del nacimiento, la sensación física define nuestra relación con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Empezamos siendo nuestra humedad, nuestra hambre, nuestra saciedad y nuestra somnolencia (…). Incluso después de adquirir la conciencia y el lenguaje, nuestro sistema de percepción corporal nos da un retorno crucial sobre nuestro estado en cada momento. Su tarareo constante comunica los cambios en nuestras vísceras y en los músculos de nuestro rostro, torso y extremidades, que señalan dolor y confort, así como necesidades como el hambre y la excitación sexual. Lo que se produce a nuestro alrededor también afecta a nuestras sensaciones físicas (…). Las regiones subcorticales del cerebro son sorprendentemente eficientes regulando nuestra respiración, nuestro ritmo cardiaco, la digestión, la secreción hormonal y el sistema inmunológico. Sin embargo, estos sistemas pueden saturarse sin nos enfrentamos a una amenaza constante o incluso ante la percepción de una amenaza (…). Las consecuencias de tener emociones y atención están completamente relacionadas con la tarea fundamental de gestionar la vida dentro del organismo. No se puede gestionar la vida y mantener el equilibrio homeostático sin datos sobre el estado actual del cuerpo del organismo” (pp. 104-105).
Nos recuerda emociones asociadas a patrones característicos de sensaciones viscerales: me pones enfermo, se me eriza la piel, me quedé mudo, el corazón se me encogió, me pone los nervios de punta, me rugen las tripas, se me duermen las manos…
“La agencia empieza con lo que los científicos llaman interocepción, el conocimiento de nuestras sensaciones sensoriales corporales sutiles (…). Saber qué sentimos es el primer paso para saber por qué nos sentimos así. Si somos conscientes de los cambios constantes en nuestro entorno interior y exterior, podemos movilizarnos para manejarlos” (pp. 107).
En personas con trauma, “el trauma ha averiado su brújula interior y les ha arrebatado la imaginación que necesitan para crear algo mejor (…). Las personas traumatizadas se sienten crónicamente inseguras dentro de su cuerpo: el pasado está vivo en forma de incomodidad interior constante (…). Desarrollan el miedo al propio miedo (…). La gente se convierte en rehén del miedo hasta que esta experiencia visceral cambia (…). La autorregulación depende de mantener una relación cordial con nuestro cuerpo. Sin ella tenemos que depender de la regulación exterior (la medicación, drogas como el alcohol, la reafirmación constante o el cumplimiento impulsivo de los deseos de los demás) (…). Eliminar nuestros gritos internos pidiendo ayuda no impide que nuestras hormonas del estrés movilicen nuestro cuerpo (pp. 107-109).
Por eso, el objetivo terapéutico es identificar el vínculo entre sensaciones físicas y emociones: “no las emociones como ira o ansiedad o miedo, sino las sensaciones físicas detrás de las emociones: presión, calor, tensión muscular, hormigueo, colapso, vacío, etc.” (pp. 113). Además de la actividad corporal para mover, descargar, activar…
Y esto es solo un fragmento de la cantidad de cosas interesantes que podéis encontrar en el libro.
¡Feliz zambullida!